Pie de atleta

El pie de atleta es una infección micótica producida por hongos dermatofitos (que se alimentan de queratina) o por levaduras (casos muy raros con alteración del sistema inmune). Afecta los pliegues interdigitales, la planta y los bordes del pie.

El pie de atleta es más frecuente en hombres que en mujeres, y se ve tanto en niños como en adultos. Los atletas y deportistas tienen una mayor morbilidad a la tiña pedis. El contagio es por transmisión directa de persona a persona, así como de superficies húmedas donde el hongo persiste por meses, tales como piscinas, baños, duchas, toallas, alfombras, en cuarteles, colegios, saunas, hoteles y gimnasios. El mantener el pie húmedo (sudor, por ejemplo) por tiempos prolongados y uso de calzado cerrado como las botas aumenta el riesgo de aparición o permanencia de la infección2 pues crea un ambiente cálido, húmedo y oscuro favorable para el hongo.

Los animales domésticos como perros y gatos pueden ser responsables de la transmisión e incremento de las micosis

El pie de atleta causa enrojecimiento y prurito (picazón). Algunos casos pueden presentarse sin síntomas, excepto por la característica maloliente de la infección. Es frecuente ver también grietas, ampollas y escamas en el área afectada. En casos de mala circulación periférica en las extremidades, como en ciertos pacientes diabéticos, pueden presentarse complicaciones infecciosas, celulitis y amputaciones del pie.

El tratamiento consiste en la utilización de un antifúngico, bien por vía oral o tópica. Por vía tópica la erradicación completa es difícil: un 65 por ciento de los pacientes vuelven a experimentar la enfermedad en un plazo de dos años. Para estas recaídas son de utilidad los antifúngicos por vía oral (ketoconazol, por ejemplo). Entre los muchos fármacos utilizados para el pie de atleta podemos destacar los derivados del imidazol (econazol, miconazol, ketoconazol, entre otros), ciclopirox, tolnaftato o terbinafina.

El pie de atleta puede presentarse en tres formas clínicas:

– Forma crónica intertriginosa presentada como un infección interdigital seca, cuyos síntomas son: picazón (en algunos casos), maceración blanquecina, grietas y fisuras con un olor característico y descamación.
– Forma aguda, generalmente plantar: picor (en algunos casos), grietas e hiperqueratosis por donde todo el pie se amolda al zapato. Es frecuente ver ulceraciones y costras en lugares de mayor fricción.
– Forma vesicular húmeda: con vesículas que nunca deben de ser explotadas intencionalmente y dolor.

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